Cuanto más fervientemente busque un alma a Dios, más intenso será el interés que sienta por esta cuestión. Es un asunto que no debe dejarse en la incertidumbre. Es cierto que muchos y graves pecados pueden ser justamente imputados a cada uno de nosotros. Es cierto que cada acto, palabra y pensamiento de maldad está registrado en el libro de memoria de Dios. Es cierto que la muerte vendrá pronto, y luego vendrá el juicio. ¿No es entonces muy necesario que tengamos un testimonio seguro y un testigo de que nuestra deuda está pagada, y nuestra cuenta con Dios saldada para siempre?
Pero, ¿es la voluntad de Dios que los cristianos sepan con certeza que su pecado ha sido cancelado y borrado? ¿Es Su voluntad que el cristiano pueda, con plena seguridad, regocijarse de que su propio pecado ha sido eliminado para siempre?