Estamos aquí en una tienda de campaña esperando nuestra redención. Y esta tienda es nuestro cuerpo.
El cuerpo de Cristo es un misterio, así como nuestra participación en él, si es que sucede.
El cuerpo y sus sentidos naturales no tienen percepción directa de Dios. Nuestra situación corporal dificulta la realización de la existencia de la comunión con Dios.
Sin embargo, el cuerpo es un don, y como tal, es capaz de revelar la imagen divina, en la que está hecho todo ser humano, y la capacidad del cuerpo de hacer visible la realidad divina se cumple en Jesucristo, que es el Verbo Encarnado de Dios.
Cristo ha redimido nuestros cuerpos. La redención del cuerpo realizada por Cristo es fuente de un deber moral que compromete a los cristianos a la pureza.
Hoy en día, el papel del cuerpo físico como vehículo para nuestra expiación y redención final, rara vez se menciona y está infravalorado incluso si se lo considera en muchas denominaciones cristianas.
En consecuencia, y para cumplir la invitación de Jesús a seguirlo, los cristianos deben tomar sus cruces espirituales mediante la abnegación hacia la redención de sus cuerpos, logrando asi su expiación y comunión con Dios.
