Ser un arcoíris en un mundo de colores monocromáticos es difícil. Las burlas, las críticas, los rechazos… todo por ser diferente, joder, y decir que duele es poco. Al principio algunos arcoíris intentan ser algo más, se fuerzan a sí mismos a ser otros colores, pero cuando finalmente entienden que no pueden y comienzan a aceptarse y quererse tal como son, la historia es diferente.
Hoy en día, muchos de ellos agradecen no haber cambiado, agradecen no haber podido cambiar, el ser ellos mismos, y lo disfrutan tanto y con tanta alegría que han decidido hacer un brindis.
Así que… este es ese brindis: el de la autenticidad, el de la flor deshojada y a pesar de ello poderosa, el de los arcoíris valientes que no se avergüenzan de ser lo que y quienes son porque, después de todo, nunca hubo nada de malo con (ser) ellos…
El brindis de la felicidad.
O, como me gusta llamarlo:
El brindis de las estrellas.